• 200 g. de almendra molida en granillo (no harina de almendra)

• 200 g. de azúcar glass (azúcar en polvo)

• 200 ml. de nata líquida (38% materia grasa)

• 40 g. de harina maicena

• Chocolate para fundir (con leche, negro y blanco) según gustos

Diez minutos antes se pone a calentar el horno a 180 grados (arriba y abajo).

    En un recipiente apropiado se mezcla la nata con el azúcar glass y se pone al fuego. Cuando esté a punto de hervir se echa la harina y se revuelve bien con unas varillas. Inmediatamente se echa la almendra molida y se deja hervir con fuego no muy intenso hasta que espese un poco. Hecho eso se reserva.

    Sería conveniente servirse de dos bandejas de horno, así cuando tengamos una en el horno vamos preparando la otra. De modo que se coloca papel de hornear en la bandeja y con una cucharilla de desayuno se echan porciones pequeñas (no más de una cucharilla) y bien separadas (vid. imagen) y se van horneando. En una bandeja convencional no caben más de nueve porciones. Si se echan porciones muy grandes o si se juntan mucho, al hornearse crecerán tanto que llegarán a tocarse y se hace todo un pieza. Cada tanda no tardará en hacerse no más de diez minutos. Las galletas no hay que dejarlas muy blanquecinas pero tampoco muy tostadas. Se va repitiendo el proceso hasta acabar la masa.

    Una vez frías se funde el chocolate. El más apropiado quizá sea el chocolate con leche o el blanco, el chocolate negro es tan intenso su sabor que anula por completo el sabor de la galleta. Pero habrá a quien le guste así. Una vez fundido el chocolate, con la ayuda de un pincel o brocha de pastelería (de silicona) se van pintando las bases de las galletas y dejando enfriar.

    Y... a disfrutar.

    Aunque son un poco laboriosas resultan muy fáciles de hacer. Pero resultan mucho más fáciles de comer.